Una cartera de inversión debería ser, la consecuencia de un proceso ordenado de reflexión personal o familiar en el que se consideran tanto factores cuantitativos, como la situación económica o fundamentales y valoraciones de los activos, como psicológicas, tipo la aversión al riesgo del inversor. A continuación, revisaremos algunos conceptos para aprender cómo crear una cartera de inversión con éxito.
Lo primero y más importante es distinguir entre inversión y especulación. La inversión conlleva un análisis del activo que se compra, del que se espera obtener un retorno futuro, que hará que el valor intrínseco actual de ese activo sea superior al precio que se está pagando hoy. En este sentido lo más importante es no confundir valor con precio. Por el contrario, la especulación se hace sin el análisis previo relevante en cuanto al retorno sobre el capital a invertir, con la mera esperanza de que el precio que se pague por ese activo sea superior en el futuro y preferiblemente en un corto periodo de tiempo. De esta definición se extrae una de las principales características para crear una cartera de inversión: debe permitir un periodo de maduración mínimo, es decir, un plazo medio a largo es necesario para que el concepto inversión sea capaz de funcionar.
Otro concepto fundamental que entender es la tolerancia al riesgo. Ésta viene determinada por la voluntad de asumir riesgo junto con la capacidad de asumirlo. A una persona le puede gustar el riesgo, pero no poder permitírselo por circunstancias personales, y al revés, hay personas que siendo capaces de asumir riesgo, por experiencia, conocimiento, base de activos alta, necesidades de liquidez inexistentes, etc. luego no pueden convivir con la sensación de estar perdiendo dinero en el corto plazo.
Una vez analizadas las circunstancias personales (fase del ciclo de vida, necesidades de rentas, base inicial del patrimonio con el que se cuenta, aversión al riesgo…), para crear una cartera de inversión, pasaremos a establecer los objetivos de la cartera de inversión. Estos objetivos se pueden descomponer entre el corto, medio y largo plazo. Así, podemos distinguir entre el mantenimiento de un nivel de vida determinado, buscar la capacidad de invertir en el futuro en otro tipo de activo como una casa o un barco, o planificar la jubilación o transmisión del patrimonio a las siguientes generaciones.
Una vez que tengamos claros estos temas, pasaremos a lo más importante: el desarrollo de una política de inversión adecuada. Se trata de una herramienta que aporta disciplina y orden en la creación de una cartera de inversión, su monitorización y las posibles tomas de decisiones en un futuro. Nos permitirá también adaptarnos a posibles cambios en las circunstancias iniciales y las incertidumbres que vayan surgiendo. Una buena política de inversión que refleje el análisis hecho anteriormente ayudará en el complicado proceso de las decisiones de inversión, ya que es habitual encontrarse con que el peor enemigo de las inversiones somos nosotros mismos actuando de forma puramente emocional. La política de inversión cambia si los objetivos cambian, no porque los resultados o los mercados financieros no se comportan como esperábamos.
Teniendo entonces una política de inversión definida, pasamos a la estrategia de inversión, que nos dará una “asignación de activos estratégica” en donde definiremos las bandas en las que nos podremos mover por distintas tipologías de activos. A continuación, procederemos a analizar la situación macroeconómica, momento del ciclo económico en el que nos encontramos, las expectativas de los mercados de capitales, los diferentes activos en los que podemos invertir y sus valoraciones. Esto nos permitirá darnos cuenta de si es momento de posicionarnos más a favor del riesgo o por el contrario, replegar velas por el excesivo optimismo de las valoraciones en los mercados de capitales. Es decir, la “asignación de activos táctica”. De vital importancia es el análisis de las correlaciones históricas de los comportamientos de los diferentes activos en cada uno de los escenarios, ya que de ahí podremos sacar información muy valiosa de cara a otro concepto básico a la hora de construir una cartera de inversión. La diversificación.
Por último, llegamos a la última fase. La construcción de la cartera en la que después de analizar cada uno de los productos o fondos que podrían ser parte de esa cartera de inversión que buscamos, elegimos los fondos en concreto que nos darán exposición a los activos que buscamos. Aquí nos metemos ya en el terreno del análisis y la selección de activos que nos ayudarán a determinar cómo crear una cartera de inversión de éxito, como los fondos de inversión. Se puede adoptar una estrategia pasiva e invertir en fondos que repliquen con fidelidad los mercados financieros a los que queremos estar expuestos, o por el contrario invertir en procesos de inversión y gestores en concreto que sean capaces de extraer una rentabilidad extra a su estrategia de inversión.
Como se puede observar, crear una cartera de inversión es un proceso en el que es necesario reflexionar y analizar con detalle muchas cosas. Por ello, merece la pena ponerse en manos de un asesor financiero que ayude en todo este proceso.