Antes de hablar sobre invertir en empresas tecnológicas, deberíamos empezar por definir qué entendemos exactamente por empresas tecnológicas. Probablemente a muchos, el primer nombre que les vendrá a la cabeza es alguna de las archiconocidas FAANG (Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Google). Pero ¿son realmente tecnológicas?
Sin duda se sirven de la tecnología para hacer sus negocios. Sin embargo, Amazon es un supermercado donde se vende todo tipo de artículos, Netflix es productor y distribuidor de series y películas, Google y Facebook viven de la publicidad…y Apple sí vende gadgets tecnológicos. Pero la realidad es que cada vez más su foco se encuentra en la oferta de servicios varios asociados a sus dispositivos, y no estrictamente en la tecnología. Igual ocurre con Amazon que también genera gran parte de los beneficios de sus servicios en el segmento cloud.
Todas estas empresas tecnológicas, que nacieron vendiendo dispositivos electrónicos o productos digitales, han ido expandiéndose y ocupando espacios de negocios tradicionales. Y, lo contrario está sucediendo también a marchas forzadas. Sectores “de toda la vida” incorporan la tecnología, mezclándola con su actividad tradicional hasta que se vuelven inseparables.
Recopilan y tratan los datos de sus clientes mediante complejos algoritmos para poder producir los productos que de verdad interesan, y poder segmentar mejor a sus clientes. Ocurre lo mismo con sus sistemas productivos, para hacerlos más eficientes. Y, por último, se ven obligados a distribuir sus productos de forma digital.
Si no lo hacen, corren el riesgo de ser engullidos por cualquier otra empresa tecnológica importante. O incluso, para sobrevivir, se ven obligados a dotar a su producto de cantidades ingentes de tecnología para que éste subsista. Un ejemplo muy claro son los automóviles. Cuesta irónicamente cada vez más distinguir un coche de un teléfono móvil con ruedas (¡prácticamente ya conducen solos!).
En este sentido, una primera reflexión sería que la tecnología es y será cada vez más una parte imprescindible de la economía, a todos los niveles. Por eso la inversión en empresas tecnológicas es, y debe ser, una parte esencial de cualquier cartera que aspire a rendimientos decentes en el largo plazo. Con la diversificación debida, eso sí.
No obstante, por diversificación de activos, no entendemos repartir las inversiones entre distintos sectores, siendo uno de ellos el tecnológico. Invertir en Walt Disney o en Walmart para diversificar la cartera, vendiendo Netflix o Amazon aporta más bien poco. La concepción tradicional de los sectores es en buena parte arcaica. Invertir en las FAANG no es hacerlo en un solo sector. Lo importante es conseguir no diversificar solo entre las etiquetas de nuestras inversiones, sino que lo realmente relevante es de dónde salen en realidad los ingresos de cada empresa. Queremos conseguir que dichas fuentes de ingresos estén suficientemente repartidas, tan descorrelacionadas entre sí como seamos capaces.
Mucho más relevante que lo anterior es saber si las valoraciones de todas estas “empresas tecnológicas” se han disparado o no hasta niveles irracionales. ¿Estamos en una burbuja? Depende mucho de cada caso.
Separémoslas en tres grupos:
En resumidas cuentas y como conclusión, sí creemos que es un buen momento para invertir en tecnología. De hecho, pensamos que siempre lo es. Ignorar dicho sector, en mi opinión, sería una temeridad. Otra cosa es que eso pueda hacerse de forma indiscriminada. Ahí la respuesta es rotundamente la opuesta. Los mercados actuales están en modo exuberancia.
La pandemia ha acelerado el proceso de digitalización de la economía, y las empresas que se benefician de ello se han disparado, algunas hasta niveles estratosféricos. De forma muy selectiva, sigue habiendo buenas oportunidades que aprovechar. Pero hay que ser eso, selectivo. Lo anterior, sin embargo, es extensivo a la tecnología, y a casi todos los demás sectores.