Formas de inversión a corto plazo que no deberías hacer

La mayoría de ahorradores que intentan realizar estrategias con instrumentos apalancados acaban perdiendo su dinero. A continuación, te mostramos los tipos de inversión a corto plazo que no deberías hacer.

Si buscas ganar dinero rápidamente, puedes ser víctima de ti mismo. Existe toda una industria encargada de hacerte pensar que puedes conseguir una suma atractiva cada mes comprando y vendiendo activos financieros. Los intermediarios ganan dinero cada vez que se abre o se cierra una operación en los mercados. Su volumen de negocio aumenta si los inversores compran y venden activos financieros con mayor frecuencia.

Sin embargo, la realidad es distinta: este tipo de inversiones a corto plazo pueden ser perjudiciales para tu patrimonio. Las probabilidades están en tu contra.

Cómo es lógico, en el corto plazo, las oscilaciones de los precios son pequeñas (no hay tiempo para que el mercado se desarrolle) y, para conseguir una cantidad que justifique la inversión en términos absolutos (dinero contante y sonante) existen dos opciones:

  1. Invertir una gran cantidad.
  2. Utilizar el apalancamiento financiero.

Generalmente, suelen utilizarse productos apalancados para invertir a corto plazo. Este tipo de inversiones son líquidas y ágiles, pero conllevan una serie de riegos. Se hace verdaderamente difícil ganar dinero con ellas a la larga. Una mala operación puede generar una pérdida severa, de aquellas que hacen daño y cuesta recuperarse. Repasaremos este tipo de productos y los tipos de inversiones a corto plazo que no deberías hacer.

Futuros financieros

Como su nombre indica, son contratos “a futuro”, es decir, dos personas acuerdan la compraventa de un activo financiero, a un precio determinado y convenido; pero la entrega no se realizará hasta en un momento posterior en el tiempo, también fijado en el contrato.

Los contratos de futuros cotizan en un mercado organizado (en España es el Mercado Español de Futuros Financieros; MEFF). Es posible comprarlos y venderlos como si fuesen acciones. Su precio depende de la cotización del activo sobre el cual se sustentan, denominado “activo subyacente”.

Una de sus características por la que son utilizados para operar a corto plazo es la posibilidad de venderlos aun cuando no se tienen, debido a que la entrega no tiene lugar, de momento. Cuando llegue su vencimiento, o bien se compra la mercancía (acciones, bonos, oro, petróleo, maíz, etc.) y se le entrega al legítimo comprador o nos deshacemos del contrato (comprando otro contrato de futuros al mismo vencimiento, para saldar la posición). Dicho de otro modo, lo que se vende es la posición del contrato, no implica una obligación real hasta llegado el vencimiento.

Lo anteriormente expuesto es útil para ganar dinero cuando un determinado activo financiero sufre un descenso en su cotización. Si vendemos contrato, a un precio pactado, pero debemos entregar la mercancía en tres meses y, si durante este tiempo baja de precio, podremos recomprarlo más barato (lo tenemos vendido al precio inicialmente acordado); ganando dinero con la diferencia. Este tipo de operaciones se denominan “cortas” u “operar en corto”.

Pero en realidad, los futuros financieros tienen otra utilidad. Inicialmente, se crearon para cubrir las oscilaciones de los precios en el mercado de materias primas. Un agricultor, podía vender su cosecha antes de tener los frutos, fijando el precio. De este modo, se cubría si por cualquier circunstancia la cosecha no se desarrollaba como es debido y los productos no alcanzaban el precio esperado. Sin embargo, el riesgo lo asume otra persona. Es decir, el riesgo siempre se transmite, no se elimina.

Y aquí llegamos a lo principal: Son productos de alto riesgo, únicamente son aptos para inversores con una sólida experiencia. Sus condiciones (vencimientos, cantidades a entregar, etc.) están estandarizadas y es necesario aportar un dinero como garantía para realizar una operación. Si la operación evoluciona en contra y se entra en pérdidas, la garantía se agota y pueden pedir más. En caso de no poder aportarlas, la operación se cerrará y el inversor asumirá la pérdida.

Lo dicho en el párrafo anterior es extremadamente importante, porque el inversor no sólo se enfrenta a la evolución de los precios, también debe saber manejar bien los márgenes de garantía.

Es posible ganar más dinero del que realmente se invierte, puesto que tan sólo se invierte una fracción como garantía para abrir la posición. Pero, cuidado, porque la pérdida también puede ser por la totalidad de la inversión. Las ganancias pueden ser suculentas, pero los riesgos son muy elevados (nada es gratis).

Debido a la facilidad y rapidez para comprarlos y venderlos (en corto o en largo), son instrumentos utilizados para invertir en el corto plazo. Este tipo de operaciones suelen ser altamente especulativas, requieren una constante vigilancia y una gestión exhaustiva.

Opciones financieras como tipo de inversión a corto plazo

Las opciones son otro tipo de contratos, parecidos, pero que no imponen la obligación de comprar o vender el activo subyacente (de naturaleza financiera o no) en la fecha de vencimiento, como sucede con los futuros. Otorgan el “derecho”, es decir, la capacidad de decidir si se compra o no se compra.

Se establece el precio de compraventa, la cantidad y las demás condiciones para una posterior entrega. Llegada la fecha de vencimiento, si la cotización del activo subyacente es favorable, el comprador decide ejecutar el contrato.

También puede desistir del mismo si la cotización en ese momento le es desfavorable. Para conseguir este derecho, paga al vendedor una cantidad llamada “prima”.

El vendedor de una opción siempre tiene la obligación de hacer lo que el comprador demande, por este motivo cobra la prima.

Es posible comprar y vender opciones, adoptando posiciones largas o cortas. Las opciones también cotizan en un mercado organizado, su precio de cotización es precisamente la prima. El valor de las primas puede oscilar bastante, haciendo ganar o perder dinero.

Pueden parecer un producto interesante, debido a que la cantidad a perder sólo será la prima si se compran opciones. Sin embargo, el tiempo juega en contra del comprador, las primas pierden valor conforme se acerca la fecha de vencimiento.

Por otra parte, si decidimos vender opciones y cobrar las primas, tenemos un potencial de pérdida ilimitada. La pérdida puede ser total.

Son productos complejos que requieren una gestión muy especializada. La evolución de la prima en el mercado depende de varios factores:

  • El precio del activo subyacente.
  • El precio pactado para la compraventa (denominado “precio de ejercicio” o “strike”).
  • Los tipos de interés.
  • La volatilidad del activo subyacente.
  • El tiempo hasta el vencimiento de la opción.
  • Los intereses o dividendos que pueda reportar el activo subyacente.

Dado que tan sólo se invierte una proporción de lo que supondría la compra real producto financiero (es decir, sólo se paga la prima), se consideran productos apalancados, en el que las ganancias pueden ser atractivas. Pero nos remitimos a lo dicho anteriormente: Nada es gratis, el riesgo está presente y es elevado cuando las ganancias son tan prometedoras.
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Los instrumentos más especulativos: CFDs

El término corresponde a sus siglas en inglés: Contract For Difference (Contratos por Diferencias). Hacemos mención a este tipo de productos financieros debido a que son ampliamente utilizados para acometer inversiones a corto plazo. Son uno de los productos más populares entre los inversores minoristas a corto plazo.

Entran dentro de la categoría de derivados financieros, como las opciones y los futuros (“derivan” de un activo subyacente), sin embargo, a diferencia de estos, no cotizan en un mercado organizado.

No se compra, ni se vende, realmente el activo financiero: se realiza una inversión paralela. Para entendernos mejor: es como una apuesta a que el precio del activo sube o baja.

Cuando se abre posición (en corto o en largo) se entra al mercado, posteriormente se cierra la posición y la diferencia entre el precio de entrada y salida (a favor o en contra) se liquida; suponiendo el beneficio o pérdida para el inversor.

Como se trata de productos no regulados (no quiere decir que sean ilegales, simplemente que no cotizan en un mercado organizado, con su reglamento y su cámara de compensación), el apalancamiento a escoger lo determinan ambas partes a la hora de abrir una posición. Es posible abrir una posición cuyo volumen sea hasta 30 veces superior al capital a invertir (dependiendo del activo que se trate).

Si invertimos, por ejemplo, 1.000 euros, los dejamos como garantía para cubrir posibles pérdidas. Con esta cantidad como garantía, podremos abrir una posición de 30.000 euros. Ahora bien, si el activo financiero fluctúa un 1%, ganaremos o perderemos ese mismo 1% sobre el volumen real invertido en el mercado. Es decir, sobre los 30.000 euros (300 euros).

En otras palabras, podemos perder un 33% de la inversión realizada con una fluctuación de tan sólo un 1%.

Si a esto le sumamos que, si mantenemos la pérdida, el margen de garantía se acabará y el intermediario financiero cerrará nuestra posición si no aportamos más, imaginemos el potencial de pérdida existente. Se trata de productos en los que es necesario dedicarle tiempo, atención y exigen unos sólidos conocimientos (tanto de análisis como de gestión del riesgo).

Dada la sofisticación de estos productos (los tres que hemos tratado), la incertidumbre de la evolución de los precios en el corto plazo y la necesidad de manejarnos con garantías son los tipos de inversión a corto plazo que no deberías hacer. Son los llamados “derivados financieros” y son extremadamente peligrosos.

 

Juan Puente - CEO
Juan Puente - CEO
CEO y Cofundador de Fondos.com

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