¿Qué es un inversor realista? A menudo, el perfil del inversor está repleto de tópicos. No es menos cierto, sin embargo, que toda persona que invierta, se ve abocada a una cierta incomodidad o angustia en momentos puntuales, o incluso no tan puntuales.
Las malas rachas siempre llegan a su fin; las buenas, también
Aunque un inversor se precie de alejarse de modas y tópicos, o consiga aislarse del ruido de los mercados y mantenga la vista fija en su objetivo a largo plazo, como recomendamos en Fondos para una buena salud mental y de cartera, es cierto que es imposible impermeabilizarse de las referencias a la angustia o, mejor dicho, a la incomodidad y el desasosiego que conlleva invertir.
Es una apreciación acertada y con la que muchos inversores se sienten identificados. La peor parte de que una buena racha se acabe, es que es imprevisible respecto al momento en que va a suceder y en la magnitud de dicho cambio. La espera en incertidumbre, como sucede a la inversa en momentos de malas rachas, es lo que realmente pesa en los hombros.
En 𝐅𝐎𝐍𝐃𝐎𝐒.𝐂𝐎𝐌 recomendamos invertir en consonancia con la personalidad, las necesidades y los objetivos a largo plazo o vitales. En cierto modo, este camino implica escoger entre distintos sufrimientos: ganar menos que el año pasado o que otra persona, la angustia de una pérdida temporal de capital o la incomodidad de no haber calibrado correctamente una posición o la cartera entera. Algunos expertos indican que invertir es un espejo y que uno se conoce a sí mismo a través de este.
Conocerse a uno mismo como inversor es más relevante para los beneficios a largo plazo que tener una cartera perfecta. Invertir es una conducta, y se basa en esas acciones tanto o más que en el análisis. El comportamiento y las emociones, como hemos destacado anteriormente, son más importantes.
¿Cómo invertir y conocerse a uno mismo como inversor?
Como siempre, el punto de partida para conocer una circunstancia o situación es la información previa, y eso es aplicable a conocerse a uno mismo. Por ejemplo, uno sólo puede saber cómo va a reaccionar frente a una gran caída de mercado si ya ha vivido otra, pero en este caso tan poco habitual, resulta complicado, ya que muchos inversores nunca las han experimentado.
En Fondos somos partidarios de la estrategia de pensar a largo plazo, ser realista y disfrutar del camino. Con el tiempo y las cicatrices, un inversor se acostumbra a la incomodidad o a la angustia puntual, y consigue serenarse y actuar con mayor frialdad que la primera vez. A fin de cuentas, somos humanos y tenemos emociones.
Algunos inversores famosos han recomendado que, para conocerse como inversor, se invierta con dinero real, nada que pueda arruinar nuestra situación económica, pero hacerlo en un activo o valor de gran volatilidad. Así, aunque se experimenten pérdidas, o incluso grandes menoscabos del 50% o más, servirá para conocernos mejor como inversores y nos dará pistas sobre el margen de comodidad que estamos dispuestos a tolerar.
Esta perspectiva es más realista que tratar de reaccionar con alegría frente a una gran caída, porque ello permite comprar más barato. Algunas posiciones son verdaderos generadores de dolor de cabeza y no es agradable para nadie, aunque forma parte del juego de invertir en valor o value investing.
La bolsa y los mercados de valores son una actividad poco recomendada para aquellos que prefieran tener la certeza de unos ingresos, en especial a corto plazo, ya que, en los mercados, para ganar se pierde durante la mayor parte del tiempo. Ser inversor en mercados o fondos con un peso importante de activos bursátiles no sólo demanda ser un optimista racional y ser conservador en especial conociendo que el juego real es a largo plazo; además, en el corto y medio plazo requiere una moral férrea para soportar no sólo altibajos, sino pérdidas directamente.
Es por ello que mantener la confianza en la estrategia definida a largo plazo, y en ver la fotografía entera, son claves para mantener la incomodidad a raya y generar una capacidad de tolerancia a estas influencias emocionales y sensaciones negativas que invitan constantemente a tirar la toalla. Si se prefiere una mayor tranquilidad o no se está dispuesto a hacer este esfuerzo, capeando las turbulencias, se está renunciando a una mayor rentabilidad futura.