Cualquier semana del año, seleccionada al azar, demuestra la tesis que siempre hay más de un factor o suceso responsable del comportamiento del mercado de valores. Es por ello que, como hemos hablado en otras ocasiones, resulta sumamente complicado encontrar ese “momento” ideal para entrar o salir del mercado.
Debido a estas circunstancias, el mercado de valores se convierte en un verdadero caos en el corto plazo. Las estrategias de inversión a largo plazo o las que están basadas en el seguimiento de un mercado bursátil, tomando un índice de referencia, acaban dando mejores frutos (y menos preocupaciones sobre el día a día, por el “¿y si…?”; dos de las palabras más poderosas del lenguaje humano).
Partimos de la premisa de que los mercados de valores son volátiles. Las razones determinadas por las que las acciones suben y caen puede ser complejas y a menudo se escapan a la gran mayoría de observadores.
Un mercado de valores tiene como definición “un lugar centralizado donde se compran y se venden acciones de compañías admitidas a cotizar en él”. También es llamado Bolsa de Valores o mercado bursátil.
A este tipo de mercados acuden empresas que quieren captar recursos económicos en forma de capital e inversores que tienen como objetivo captar rentabilidad por sus ahorros.
En otras palabras: una gran cantidad de inversores, con estrategias muy dispares, acuden al mercado de valores para comprar y vender acciones de empresas. Sus decisiones de compra y/o venta alteran el precio de las acciones.
Las empresas, como cualquier otro producto, tienen una valoración objetiva, pero esta es difícil de determinar. Ningún analista se podrá de acuerdo con la valoración objetiva de las acciones de una empresa. Existen múltiples métodos para realizar los análisis y ninguno de ellos es implacable.
Por consiguiente, cada uno de los intervinientes del mercado tiene sus propias expectativas y su propia sensibilidad hacia los factores o sucesos que se producen. Estos sucesos tienen la capacidad de provocar pérdidas de valor en el mercado financiero, que puede llegar a ser muy volátil y caótico en el corto plazo.
Sin embargo, en el largo plazo, el precio de las acciones tiende a ajustarse hacia la valoración aproximada.
Cada una de las acciones que cotizan en la Bolsa de Valores tiene su propia personalidad. El precio de ciertas acciones puede verse afectado por una serie de factores o sucesos directamente relacionados o quizá de la forma más sutil e indirecta, mientras que el precio de otras acciones se mantiene impávido a esos sucesos en concreto, pero es extremadamente sensible a otros factores políticos o económicos.
En España existen cuatro Bolsas de Valores:
No obstante, gracias a la tecnología, una empresa puede cotizar en estos cuatro mercados simultáneamente como si fuese uno sólo. Es el llamado “mercado continuo español”. También se tiene la posibilidad de cotizar en una sola de las Bolsas o en más de una, de forma independiente.
El mercado de valores en España está regulado por la Ley del Mercado de Valores y tiene como agente supervisor e inspector del mismo a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Este organismo depende del Ministerio de Economía y es el encargado de velar por el cumplimiento de la Ley del Mercado de Valores (para garantizar la seguridad y confianza de los inversores).
No obstante, funciona como cualquier otro mercado de valores y no es ajeno a los sucesos o factores, nacionales e internacionales, internos o externos de las empresas, que tienen capacidad para alterar las decisiones de compra y/o venta de los inversores y, por consiguiente, el precio de las acciones.
Un punto importante a recordar cuando se invierte, y que se remarca constantemente en publicaciones de prestigio como Bloomberg, es que existe una empresa detrás de cada acción, y que siempre hay una razón -o más de una- por la que las empresas (y sus acciones) actúan de la forma en que lo hacen.
Cada compañía tiene está influenciada por determinados factores que afectan al desarrollo de su modelo de negocio y sus beneficios (lo que se traduce en mayores o menores dividendos para los accionistas). A su vez, los beneficios y dividendos esperados (repetimos: todo se basa en expectativas futuras) actúan como catalizador del precio de las acciones.
Algunos de esos factores, pues, son decisiones internas, incluyendo fusiones y adquisiciones pero también las presentaciones de resultados trimestrales o de ejercicios económicos, la suspensión de dividendos, el desarrollo de productos o servicios, la contratación o despido de altos cargos, y cualquier polémica pública relacionada.
Un buen programa de I+D+i, una deficiente estrategia de marketing, la correcta gestión ante una crisis económica, luchas internas por la supremacía de un determinado departamento, cambios en el Consejo de Administración, una adquisición poco rentable, decidir cómo se invierte la liquidez sobrante, etc. Las decisiones internas deciden el rumbo de la compañía y alteran el precio de sus acciones. En el corto plazo, estas noticias provocan una sobrerreacción del mercado.
Existen sectores económicos permiten más margen a las decisiones de sus directivos (por ejemplo, las acciones tecnológicas). Por lo tanto, la capacidad del equipo gestor cobra mayor relevancia.
Por otra parte, también hay factores exógenos, como los sucesos a nivel nacional e internacional. Los precios de las acciones de una compañía y del mercado de valores en general pueden verse afectados por toda clase de acontecimientos mundiales y, en los últimos años, por declaraciones y noticias (verídicas o fake news, por desgracia).
Un ejemplo de esto fueron las ya famosas declaraciones del que fue presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, acerca de los aranceles al acero y al aluminio, así como sus consiguientes tuits sobre los beneficios de una guerra comercial: el mercado reaccionó con un pico de ventas.
En ese sentido, es un hecho en un mercado de capitales el que, al hablar de sucesos nacionales o internacionales, el foco de atención está siempre puesto (en mayor o menor medida) en el comportamiento del mercado financiero de Estados Unidos. Este país es el eje central de la mayoría de las operaciones en el negocio bursátil.
Del mismo modo, los negocios de inversión en este país, que afectan a inversores de todo el mundo, pueden verse influenciados en su comportamiento por diversos sucesos ocurridos en otros países.
Así pues, un cambio de mandatario en una nación con cierto nivel de influencia o productividad, bien sea por elecciones, hechos violentos o fallecimiento de reyes, jeques u otros, puede provocar movimientos en los precios de los activos que se negocian en el mundo bursátil y/o de divisas. A su vez, acuerdos de índole comercial o cambios en la diplomacia y relaciones entre países, pueden mover la inversión o causar un pánico.
Los sucesos políticos, nacionales e internacionales, impactan en la economía de un país, puesto que, en el plano de la realidad, está relacionada con los aspectos sociales que puedan darse. A su vez, el curso de la economía tiene una fuerte incidencia en la marcha de las empresas y, por lo tanto, en el precio de las acciones.
Por supuesto, cabe mencionar las tasas de interés y los ajustes periódicos de, nuevamente, la Reserva Federal de Estados Unidos, pero también de forma notable por parte del Banco Central Europeo.
Cuando las tasas de interés se elevan, muchos inversionistas venden o intercambian sus acciones de mayor riesgo por los títulos de crédito del gobierno, tales como los Bonos del Tesoro, para tomar ventaja de las tasas de interés más altas que reportan y para garantizar que sus inversiones estarán protegidas, pero las tornas pueden girarse rápidamente.
Por lo que respecta al tipo de cambio de moneda extranjera, tiene un impacto directo sobre el precio y el valor de las acciones en el extranjero, y las modificaciones en las tasas de cambio aumentan o disminuyen el coste de hacer negocios en un país concreto, lo que afecta el precio de las acciones de cualquier empresa que haga negocios fuera del país.
La tasa de cambio es volátil: sensible a muchos factores por su propia cuenta, por lo que es doblemente un factor de influencia: a corto plazo, noticias y sucesos inmediatos son el principal catalizador, mientras que a largo plazo los movimientos se rigen por la oferta y la demanda y la paridad.
Invertir a largo plazo de forma estratégica, desde luego, no garantiza que dichos factores o sucesos que alteran el mercado no ocurran. Tampoco impermeabiliza la inversión realizada. No obstante, pero está constatado que la volatilidad puntual (la llamada montaña rusa) no altera que el viaje lleve a buen puerto si se mira la imagen en su conjunto.
Los sucesos o factores del día a día tienen capacidad para alterar el precio del mercado de valores en el corto plazo. Después, dependiendo de si producen cambios estructurales que modifican el modelo de negocio de las empresas y provocan una variación de sus beneficios futuros, el mercado tiende a ajustar el precio a la nueva situación, pero se toma su tiempo.