Si la rentabilidad está asociada al riesgo, ¿podemos encontrar inversiones rentables y seguras?
Todas las inversiones financieras se basan en dos factores (en realidad son tres): riesgo y rentabilidad. Es indiferente si nos referimos a bonos, acciones, inmuebles o fondos de inversión; a la hora de invertir debes hacerte tres preguntas:
- ¿Qué rentabilidad puedo obtener?
- ¿Qué riesgo estoy asumiendo?
- ¿El riesgo compensa la rentabilidad?
Rentabilidad y riesgo son dos términos que están ligados, además, su correlación es directa (a mayor rentabilidad, mayor riesgo; y viceversa).
El tercer factor al que hemos hecho referencia es la liquidez. Si bien, la liquidez es otro de los pilares de la inversión y también se encuentra relacionada con la rentabilidad y el riesgo, sin embargo, la liquidez no tiene una correspondencia tan íntima con los otros dos conceptos. En cualquier caso, una inversión con poca liquidez, no será beneficiosa y lo lógico sería que se esperase de ella una mayor rentabilidad. Es decir: a igual rentabilidad, es preferible la inversión con mayor liquidez.
Encontrar una inversión rentable y segura es como comprar un bien y no pagar por él. Efectivamente: el riesgo es el precio que se debe pagar por obtener rentabilidad.
No obstante, no está todo dicho con respecto a este asunto. Como podrás comprobar si sigues leyendo, el riesgo puede ser controlado y la rentabilidad maximizada.
La relación entre rentabilidad y riesgo
¿Por qué la renta fija ofrece un rendimiento menor que la renta variable (en términos generales)? ¿Qué pasaría si los Bonos del Tesoro ofreciesen la misma rentabilidad que las acciones de Metrovacesa (sólo por poner un ejemplo)?
Como sería lógico, los inversores canalizarían su ahorro hacia la opción con menor riesgo. El resultado es que las acciones de Metrovacesa no tendrían compras y caerían en picado, mientras que los Bonos del Tesoro obtendrían una gran cantidad de demanda (esto produciría que su precio se elevara en el mercado secundario).
Al final, el precio de uno y otro activo se ajusta a la rentabilidad que ofrecen, estableciéndose así el riesgo justo de cada cual (medido según el coste del activo; o pérdida potencial para el inversor). En otras palabras, el propio mercado – compuesto por el conjunto de los inversores – regula el binomio existente entre la rentabilidad y el riesgo.
Como norma general, las acciones, deben ofrecer un rendimiento superior a los activos de renta fija, puesto que su riesgo es mayor. En caso contrario, no encontrarían inversores. Los dividendos que pagan las acciones son uno de los principales motores que mueven su cotización.
Los principales riesgos que tienen las acciones es precisamente que no tienen definida un dividendo fijo (por este motivo se le llama renta variable). El pago de dividendos depende de los beneficios que obtenga la compañía y la política de reparto de los mismos. Este hecho provoca que las acciones sean mucho más volátiles en el mercado.
Todo ello sin contar con que las acciones son inversiones perpetuas: sólo se puede deshacer la inversión vendiendo estos títulos en una bolsa de valores. Mientras tanto, los bonos y demás activos de renta fija tienen una fecha de vencimiento, en la cual se devuelve el capital prestado.
Así sucede con todos los activos financieros, cuanto más riesgo supongan, mayor rentabilidad se exigirá por invertir en ellos.
Bajo esta perspectiva, ¿existen las inversiones seguras y a la vez rentables? No. Pero ese no tampoco es rotundo, el inversor puede – y debe – conocer el riesgo que asume, controlarlo y obtener la máxima rentabilidad posible ajustada a dicho riesgo. Es posible obtener una alta rentabilidad relativa, en función del riesgo que se asume.
El riesgo siempre está presente
En este punto, seguramente el lector se estará preguntando qué ocurre con los productos financieros que no cotizan en un mercado y, por consiguiente, no tienen el riesgo de que su precio caiga.
Si atendemos a la teoría del riesgo, esta nos dice lo siguiente: “el riesgo de una inversión es la volatilidad de las rentabilidades”.
Traducido para un inversor particular: “el riesgo es la probabilidad de que nuestra inversión pierda valor”.
Entonces, ¿si invierto en productos con una rentabilidad garantizada (como un depósito bancario) no asumiría riesgo alguno? No es así. Bueno… sí es así: no se asume riesgo, porque lo que se asume directamente son pérdidas.
Existe el riesgo de inflación, que siempre está presente (por este motivo es necesario invertir nuestro dinero). Si nuestra rentabilidad no supera la tasa de inflación anual, estamos perdiendo dinero en términos reales. Aquellos productos con una rentabilidad garantizada normalmente ofrecen unas rentabilidades tan bajas que no superan esta tasa.
De hecho, la inflación es uno de los principales riesgos de la renta fija (la renta variable está basada, en mayor o menor medida, en activos reales que se aprecian con la subida de precios).
Si invertimos en un bono a 5 años que nos ofrece un 3% de rentabilidad anual, cuando el IPC interanual está situado en el 2%, estamos ganando realmente un 1% (el cálculo es un poquito más complejo, pero básicamente podría resumirse así).
Ahora bien, ¿y si el año siguiente la inflación anual se sitúa en el 3%; o incluso el 4%?
Sólo podríamos vender dicho bono en el mercado secundario (y ya se habrá depreciado bastante) para no perder dinero. Como podemos observar, la renta fija también tiene sus riesgos.
Lo cierto es que no podemos hablar de “riesgo”, sino de “riesgos”, debido a que este se puede manifestar de muchas formas:
- Riesgo de inflación.
- Riesgo de crédito o riesgo de impago.
- Riesgo de liquidez.
- Riesgo geoestratégico o riesgo país.
- Riesgo de mercado o riesgo de que nuestros activos se deprecien.
De una u otra forma, el riesgo está presente. Existen inversiones que pueden parecer seguras, pero ni son rentables y, además, suelen ser inversiones sin liquidez.
Los llamados activos “libres de riesgo”, cómo la deuda pública alemana o de Estados Unidos, tienen esta calificación sólo teóricamente. Es simplemente para contrastar su rentabilidad con otro tipo de activos y ver cuál es la prima de riesgo que se paga por ellos.
¿Cómo conseguir la máxima rentabilidad ajustando el riesgo?
No es nuestra intención asustar al lector con los riesgos de las inversiones, pensemos que el riesgo siempre puede tenerse bajo control, después, debemos conseguir la máxima rentabilidad basándonos en el riesgo asumido. Actuar de esta manera nos supondrá el éxito en las inversiones financieras.
Una inversión segura y rentable es aquella en la que el inversor ha hecho los deberes:
- Conoce bien su perfil de riesgo y no invierte en activos que superen la tolerancia al mismo.
- Diversifica adecuadamente para evitar el riesgo de una zona geográfica concreta, un sector concreto, un activo en concreto, etc.
- Construye una cartera, correlacionando activos de una forma que, todos ellos en su conjunto, alcancen la máxima rentabilidad posible relativa al riesgo determinado.
Anteriormente se ha comentado la rentabilidad y riesgo de la renta fija y la renta variable, pero ¿y si combinamos ambos los activos de forma que el poco riesgo de unos compense el mayor riesgo de otros? ¿Y si parte de la rentabilidad de unos sirviera para aumentar la de otros?
Esto es precisamente lo que buscan los gestores de carteras: maximizar la rentabilidad ajustándose a un determinado nivel de riesgo, a través de la diversificación y una correcta correlación entre los activos que componen la cartera.
La parte negativa es que esto puede llegar a exigir un gran volumen de capital, tiempo, conocimientos, experiencia, etc.
La solución a estas dificultades la podemos encontrar en los fondos de inversión.
Pueden existir inversiones relativamente seguras y rentables al mismo tiempo debido a que es posible modelar el riesgo construyendo una cartera. Es precisamente el trabajo de los gestores de fondos de inversión. El partícipe sólo tiene que escoger aquel fondo que se adapte a su perfil de riesgo y sus preferencias de inversión.