En anteriores artículos se ha comentado que toda inversión conlleva un riesgo. También dijimos que la rentabilidad a obtener debe estar ajustada a dicho riesgo.
Si una inversión presenta más riesgo que otra, como es lógico, los inversores también exigirán una mayor rentabilidad en compensación.
Ahora bien, ¿cómo calculamos que la rentabilidad obtenida se ajusta bien al riesgo asumido? Para ello se parte del concepto de “prima de riesgo”.
La prima de riesgo es la rentabilidad extra que obtenemos para compensar el riesgo asumido. Pero para ello, debemos tomar como referencia un activo que se encuentre, o que sea considerado por la comunidad financiera, como “libre de riesgo”.
La rentabilidad que nos ofrece este activo considerado como “libre de riesgo” es la denominada “tasa libre de riesgo”. Sobre esta tasa se calcula la “prima de riesgo”.
Ambos conceptos van ligados y se utilizan para valorar inversiones.
Vamos a verlo todo con mayor detalle.
Una tasa libre de riesgo es, como su propio nombre nos indica, aquella rentabilidad obtenida por invertir en un activo que está considerado como libre de riesgo.
En principio es una valoración teórica. Se supone que todas las inversiones tienen un componente de riesgo.
Sin embargo, si invertimos en un activo que no cambie su rentabilidad durante toda su vida o duración (activo de renta fija) que tenga una mínima fluctuación de mercado, y por último, que sea de un emisor de reconocida solvencia (para que sea remota la probabilidad de que incumpla su promesa de pago), tenemos un activo que podríamos considerar como “libre de riesgo”.
Como norma general se utiliza el interés que pagan por los Bonos del Estado, puesto que estos activos cumplen perfectamente las condiciones anteriormente descritas.
Un Estado, puede perfectamente tomar medidas (monetarias, fiscales, presupuestarias, etc.) para no incumplir sus pagos. Por consiguiente el riesgo de crédito (o riesgo de impago) queda muy lejos.
También se trata de activos de renta fija, debido a que la rentabilidad se conoce de antemano por los inversores y no se altera durante toda la duración del Bono.
Por último nos queda la fluctuación en el mercado secundario. Este riesgo existe, pero es mínimo. Dependiendo de los tipos de interés y la inflación puede cambiar su precio, pero sus fluctuaciones son mucho más suaves que otros activos.
En Europa, por ejemplo, se toma como referencia los Bonos del Estado Alemán, por considerarse la economía más solvente y segura. Esto se debe a que se utiliza una moneda común y los Bonos que emiten los estados miembros varían en riesgo y rentabilidad, asumiendo siempre una independencia del Banco Central Europeo.
El rendimiento que ofrecen los Bonos alemanes es lo que está considerado más cercano a la tasa libre de riesgo.
No obstante esta no es la tasa libre de riesgo real, puesto que también tienen un mínimo componente de riesgo.
Dependiendo del horizonte temporal de nuestra inversión, podemos escoger el plazo de los Bonos que más se ajuste. Esto viene definido a la hora de valorar el plazo de nuestra inversión.
Existen varias teorías y formas de calcular la tasa libre de riesgo.
Por ejemplo para la tasación de una vivienda, la valoración viene determinada por la Orden Ministerial ECO 805/2003. En dicha normativa se establece que la tasa libre de riesgo no podrá ser menor a la media de la Deuda del Estado con vencimiento superior a dos o cinco años.
Esto se toma como referencia para el Mercado Hipotecario.
Para valorar inversiones existe una teoría que expone básicamente que si a la Deuda del Estado se le resta el CDS correspondiente (Credit Default Swap) se obtiene la tasa libre de riesgo.
El CDS es un seguro sobre un posible impago de la deuda de cualquier Estado, empresa u organismo que se emite y se negocia en los mercados financieros. Lógicamente si el Estado (u otra institución) tiene más riesgo, el CDS tendrá un mayor precio.
Al restarlo de la rentabilidad que ofrece ese Estado u organismo descontamos automáticamente el riesgo y, por lo tanto, obtenemos la tasa libre de riesgo.
Es la rentabilidad extra que obtenemos por invertir en cualquier otro activo que no esté considerado libre de riesgo.
Si comparamos la rentabilidad de unas acciones con el rendimiento de los Bonos del Estado Alemán, podemos determinar qué rentabilidad de más obtenemos por asumir el riesgo de invertir en estas acciones.
Si la compañía (es un suponer) es sólida y la diferencia de rentabilidad es atractiva, advertiremos que nos ofrecen una prima de riesgo aceptable. Es cierto que estamos asumiendo más riesgo al invertir en renta variable, pero la rentabilidad merece la pena y además es un riesgo controlado, porque la empresa es sólida.
Se habla mucho, o se hablaba en épocas de crisis, sobre la prima de riesgo del Estado español. No es ni más ni menos que la diferencia de rentabilidad que ofrece el Bono español a diez años con la rentabilidad del Bono alemán a ese mismo plazo. (NOTA: Un punto básico es un 0,01%. Por consiguiente 300 puntos básicos es un 3% de diferencia).
Esto supone que el Estado español debe pagar unos intereses extra porque se considera que tiene más riesgo, con el cargo correspondiente a las cuentas públicas. El riesgo que presenta un Estado, empresa u otra organización se contrapone con esta diferencia de rentabilidad exigida por los inversores.
La tasa libre de riesgo es un concepto muy importante porque se utiliza en el cálculo de valoraciones.
Cuando intentamos actualizar unos flujos de caja futuros, debemos descontar un interés. Es decir, un dinero que se cobrará en un futuro deberemos y traerlo al presente; para ello se descuenta una tasa de interés por el tiempo transcurrido (porque se supone que la no posesión del dinero tiene un coste).
Como norma general se utiliza la tasa libre de riesgo como referencia de dicho interés a la hora de calcular descuentos de flujos futuros.
También se utiliza en otro tipo de valoraciones, tal y como hemos visto en las tasaciones para fines del Mercado Hipotecario. En cualquier operación financiera puede estar presente como una rentabilidad o interés de referencia. Es el coste de capital mínimo, de ahí su importancia.
Si por ejemplo dejasen de pagarnos algún sueldo durante un tiempo, ¿cómo valoramos el coste de ese retraso? Habría que calcular el tiempo transcurrido, el capital que no poseemos y que deberíamos poseer, y aplicarle la tasa libre de riesgo.
Este es el coste que tendríamos (mínimo) por no poseer el dinero a tiempo. Esto se debe a que se supone que el simple hecho de poseer el dinero puede rentarnos, sin asumir riesgo por ello.