La inversión socialmente responsable está ganando terreno. Esta práctica obliga a las empresas a involucrarse directamente con el desarrollo sostenible…
Es sabido que las grandes instituciones y las administraciones públicas toman conciencia de lo importante que resulta contribuir con valores como la protección del medio ambiente, la integración social y la erradicación de la pobreza. Sin embargo, cada vez más, se está extendiendo entre los pequeños ahorradores la filosofía de canalizar su ahorro hacia aquellos agentes que trabajan de un modo respetuoso con la sociedad y el planeta; es lo que se conoce como inversión socialmente responsable.
De esta forma, las empresas se ven en la obligación de adoptar un buen gobierno, con fines de captar financiación. Se han creado fondos de inversión que únicamente destinan su patrimonio hacia compañías con un compromiso con el desarrollo sostenible. El resultado final es un mundo mejor. Veamos cómo funciona la inversión socialmente responsable más detalladamente.
Ante las amenazas que ponen en riesgo el desarrollo sostenible, cada vez son más las personas preocupadas por el futuro del planeta y las desigualdades sociales. A través de la inversión socialmente responsable colaboran activamente a reducir estos problemas.
De esta manera, una empresa con una mala praxis puede hacerle perder inversores y capital: la inversión socialmente responsable (ISR) es aquella que tiene en cuenta los valores éticos, sociales y medioambientales; no se reduce únicamente a un binomio riesgo/beneficio.
Los criterios financieros no quedan en segundo plano a la hora de elegir una inversión, sólo que, además, si durante el proceso de análisis se detecta que la canalización del dinero se produce hacia un agente que no contribuye con el desarrollo sostenible, se descarta.
La ISR no tiene que poner en riesgo los rendimientos de los ahorradores, si la inversión no es rentable o no presenta una relación beneficio/riesgo adecuada, dentro de los parámetros propios de cada perfil de inversor, también puede quedar descartada, aún cuando sea una inversión socialmente responsable.
La asociación encargada de promover este tipo de inversiones en España, Spainsif, sostiene que es igual de rentable que una inversión corriente, desde un punto de vista de rentabilidad ajustada al riesgo.
El objetivo es implicar directamente a los gobiernos corporativos de las empresas a desarrollar su actividad de acuerdo a los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas, que a continuación vamos a exponer.
Por “desarrollo sostenible” entendemos un crecimiento económico capaz de satisfacer las necesidades actuales, pero sin comprometer las capacidades futuras (en perjuicio de las generaciones venideras). El crecimiento económico se traduce en un mayor consumo de energía. Mucha de esta energía proviene de fuentes contaminantes. El impacto medioambiental de la industria, sumado a la globalización (con un mayor volumen del tráfico comercial), crea problemas como el cambio climático y escasez de agua.
Las consecuencias del desarrollo económico no se reducen al plano medioambiental, también están ligadas a factores sociales, como la desigualdad y la falta de solidaridad (incumpliendo las normas). Erradicar el hambre, las guerras, el juego, el tabaco, etc., son otros de los retos que tiene por delante la inversión socialmente responsable.
En la Agenda 2030 de las Naciones Unidas se exponen 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. Podríamos resumir estos objetivos en los siguientes puntos:
Para alcanzar dichos objetivos es necesaria la participación de toda la sociedad, incluyendo las empresas y las administraciones públicas. Los inversores son un agente activo, capaz de hacerlos posibles.
A través de la inversión socialmente responsable se contribuye indirectamente a la consecución de los citados objetivos, puesto que las empresas con estas políticas podrán captar una mayor financiación y podrán ser más competitivas. El resultado final es el beneficio de la humanidad.
La inversión socialmente responsable se aplica a todos los productos financieros: bonos, acciones, seguros de vida, activos monetarios y fondos de inversión.
Como es natural, el inversor debe investigar y analizar cada uno de los agentes emisores de los activos financieros en los cuales invierte. No obstante, cuando se trata de una ISR, no sólo debe centrar su análisis en el plano financiero, sino que debe tener presente si el activo está considerado como tal. La inversión socialmente responsable a través de fondos facilita el proceso.
Para que un fondo sea considerado ISR debe indicar de forma expresa que su patrimonio se destina hacia activos con los criterios que hacen posible el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible. En el folleto informativo del fondo aparece de forma clara esta información (entre otra de relevancia). El folleto informativo está a disposición de todo aquel que pretenda invertir: es público y debe ser suministrado con anterioridad a la inversión.
El equipo gestor del fondo de inversión se encarga de analizar y seleccionar los activos que se incorporan a la cartera; esta tarea es conocida como “asset allocation”.
Así pues, los gestores profesionales son los encargados de verificar si los activos en los que se invierten tienen la consideración de “inversión socialmente responsable”. Estos profesionales disponen de más medios, tiempo, experiencia, conocimientos financieros y de dirección de negocios que el inversor medio.
El ahorrador que tenga intención de invertir bajo los criterios ISR tan sólo debe observar que un fondo tenga esta etiqueta en su folleto informativo. De esta forma la inversión socialmente responsable se torna sencilla.
No todos los fondos de inversión son ISR; para poder ganarse esta calificación deben seguir unas determinadas estrategias, como por ejemplo evitar activos emitidos por compañías pertenecientes a sectores poco éticos, como podrían ser el armamentístico o las tabacaleras (entre otros).
En cualquier caso, la política de inversión no tiene por qué centrarse únicamente en excluir activos. También podría estar enfocada a invertir en empresas con un buen gobierno corporativo, comprometidas con el medio ambiente y con la sociedad.
Un ejemplo sería el Global Gender Diversity, de la sociedad gestora Nordea. Este fondo invierte sus activos en empresas que demuestran sostenibilidad e igualdad de género.
Algunos fondos tratan de fomentar el cumplimiento de la normativa y los tratados internacionales. Otros se centran en el cambio climático, como es el caso del Schroder Global Climate Change o el Robeco SAM Smart Energy.
Como se puede comprobar, las estrategias pueden ser diversas, además de poder combinarse entre sí. Lo verdaderamente significativo es que, a la hora de invertir en este tipo de fondos, el ahorrador se convierte en un sujeto activo en el desarrollo sostenible.
La inversión socialmente responsable supone canalizar nuestro dinero hacia las entidades que hacen posible el cambio necesario para una sociedad más justa y un planeta más limpio.